Lo que es hoy Bayona, Manoguayabo y San Miguel eran para el 1536, predios agrícolas y ganaderos sin nombre; propiedad del ingenio Santa Ana de Engombe; fundado cerca del rio Haina y el arroyo Manoguayabo por los señores Esteban Justinian y Pedro Vázquez Mella. Los trabajadores eran negros esclavizados que compraban los esclavistas a los barcos negreros para los diversos trabajos del ingenio.



En el 1546 dejo de producir y en el 1630 un heredero llamado Juan Bautista Justinian lo puso a producir, luego fue vendido en el 1762 y luego vendido de nuevo en el 1780 al señor Lorenzo Angulo. Los negros esclavizados de los poblados pertenecientes a los ingenios obtienen su libertad a partir de la ocupación haitiana del 9 de febrero de 1822.



En el momento de la ocupación solo Engombe, Bayona, Hato Nuevo y Manoguayabo existían como pequeñas poblaciones de negros afrodescendientes esclavizados del ingenio Engombe.

Con la repartición de las tierras que hace el gobierno de Boyer, mediante una ley el 15 de junio de 1822, pasan esos habitantes a ser medianos y pequeños propietarios de las tierras que ellos trabajaban. Conformándose a partir de esa fecha varios núcleos familiares de negros libres dedicados a la agricultura y la ganadería.



Donde hoy está el poblado de San Miguel para el 1780 era un hato ganadero conocido como ¨Hatillo Sampaña¨, este hato ganadero al igual que los trapiches de la zona dependían del ingenio.



Hasta ese momento, San Miguel era un poblado sin nombre, existía como una extensión de Manoguayabo donde se vivía de las crianzas de cerdos, chivos, gallinas, pavos y vacas lecheras; el conuco se ejercía para suplir el consumo familiar.

Era un trillo calichoso y angosto, bordeado de exuberantes vegetaciones y lampadarias lagunas productos de los aguaceros de mayo.



El poblado que luego se llamaría San Miguel, empezaba en la carretera o camino real de Manoguayabo; un camino también calichoso y agreste. El camino de San Miguel, se perdía hasta convertirse al final en más angosto y estrecho.



En el año 1899, llego a popularizarse con el nombre de Los Tocones, aludiendo a los diversos tocones que habían productos de los cortes de los árboles para hacer carbón y las construcciones de casas o bohíos.



En el año 1914, se construye la primera gallera propiedad de Martín Valoy. Esto acelera las construcciones de más viviendas cerca del camino. Intensificándose los cortes las palmas africanas para las viviendas y hacer las empalizadas de los predios agrícolas y ganaderos.



Por ese camino se iba a la Ciénaga, Hato Viejo, Los Alcarrizo, Malanga, Carela; al río Haina, a los arroyos Guzmán y Manoguayabo.



El nombre de San Miguel nace en el 1928, cuando una señora del poblado de Manoguayabo, devota del Arcángel Miguel, llamada María Decena, que vivía en un terreno comunero, que le decían Ñangú, donde los Jaime tenían sembradío; decidió que era mejor que les llamaran San Miguel y no los Tocones, nombre que despectivamente le decían al lugar los asiduos visitantes a la gallera. Esto fue respaldado por las opiniones de respetados munícipes del poblado de Manoguayabo, como Ángel María Pérez y Cayetano Pérez.



Es tan cierto que, en el censo del 1935, los habitantes de El Caliche y San Miguel se los sumaron a Manoguayabo. La población total era de 731 personas; divididos de las siguientes maneras: 379 varones y 352 hembras. Por lo que se puede colegir que San Miguel tenía más o menos el 30 por ciento de esa población censada.



Por: Tirso Medrano

5 de enero 2020