Por Jessica Bonifacio
Santo Domingo Oeste.- “Esta noche, voy a buscarte…”, “Tú fuiste la culpable de que este amor se acabara…”, “Quien pensaría que se te fuera quien más quería…”, éstas tres bachatas, a las 12:00 del mediodía, en diferentes negocios y a un volumen prudente, le ponen sabor al comercio del Kilómetro 9 de la Autopista Duarte.
No es para menos, porque además de ser un eje vial clave de Santo Domingo Oeste, Los Alcarrizos y la parte Norte del país, en el 9 se desarrolla una intensa y diversa actividad comercial. Aquí lo que se ofrece tiene salida con mayor rapidez que la velocidad con que se mueve el tránsito. Y las ventas suelen resultar exitosas.
“Todo se vende en el kilómetro 9”, así se expresó Félix Peña, uno de los vendedores formales que tiene la plaza de buhoneros del kilómetro 9. No importa, si es comida, frutas, dulces, ropas, zapatos, accesorios para celulares, entre otros, lo que se comercializa en el 9, encuentra dueño.
“Tenemos formalmente 50 vendedores en la plaza, donde pagamos un impuesto al Ayuntamiento, que varía entre 300 y 500 pesos, según la naturaleza del negocio. Sin embargo, los vendedores ambulantes se han ido sumando con el tiempo, de lo que no se tiene un control.
Los vendedores informales siempre han estado; siempre hay gente que se aglomera en los puntos estratégicos donde uno dice que ‘que hay vida’, eso ha existido toda la vida”, compartió Peña con elCaribe.
Destaca que los negocios, según la calidad de la administración, son rentables todos. Diariamente, Peña factura entre 5 y 10 mil pesos, en atención al volumen de las ventas. Sin embargo, con la situación de la pandemia, las ventas han mermado.
Mientras que un vendedor de accesorios para celulares, que rehusó identificarse, expresó que por el toque de queda impuesto por las autoridades debido a la pandemia, ya no trabaja tanto como antes. “Las ventas están muy por debajo, en comparación con otros años”. Pero esa realidad, resalta, no le quita los méritos al Kilómetro 9, porque es muy concurrido, y ese el lugar donde por años se ha ganado la vida.
Aquí todos los espacios son una oportunidad para el comercio. Ahí están los dos pasos a desnivel. Hay alrededor de 15 vendedores que aprovechan el flujo de personas para comercializar sus
productos.
Pero no sólo los comerciantes encuentran oportunidades en el Kilómetro 9. También personas de escasos recursos se acomodan en los escalones o en la parte plana de los pasos y extienden sus manos para que los ciudadanos depositen algunas monedas para su sobrevivencia.
Prostitución a la vista de todos
Con un vaso de cerveza y un cigarrillo, zapatos de tacones y ropa muy llamativa por sus escotes, mujeres y travestis esperan a sus clientes en el Km. 9, sin importar la hora, para “levantar algún dinero”.
A cualquier hora de la mañana, de la tarde o de la noche, mujeres, y hombres vestidos de mujer, en edades entre 16 y 60 años, se pasean exponiendo sus mercancías. Y encuentran demanda, aún mujeres que no pueden ocultar que el tiempo ha transcurrido, están en el mercado.
Incluso alardean, sin sonrojos, sobre sus atributos y demandantes, entre ellos, otros que también concurren al punto para ganarse la vida: los motoristas, que ofrecen sus servicios a diferentes destinos.
Las tarifas de estas almas callejeras, por lo regular, van desde los 300 pesos en adelante, siempre según el pedido de los clientes.
Esa es la única forma que conocen para ganarse la vida. En el km. 9 disponen de una de las mejores “plataformas” para captar clientela. Es que concurre todo tipo de personas.
Pero hay que cuidarse
“¡Cuide su cartera señorita! El otro día, mientras mi esposa miraba mercancías en este puente, hubo alguien que aprovechó para sacarle su monedero. No se sienta mal por lo que le digo, es por su seguridad”, esas fueron las palabras de un joven, de alrededor de 40 años, para advertir de lo que podría pasarle a cualquier transeúnte.
Todo ello, pese a que patrullas policiales pasan con frecuencia durante el día. Sin embargo, es usual oír sobre los llamados “descuidistas”, elementos que entran a los negocios y se llevan cualquier objeto.
Es usual también que si la persona se expone con un celular, en las manos o en uso, fácilmente se lo arrebatan en un santiamén. Y como en un acto de magia, “desaparecen”.
Temores
De noche, el temor se apodera de algunos de los trabajadores. Los puentes a desnivel son favoritos para los ladrones y descuiditas. “Yo tengo que cruzarlo todos los días, pero, para no hacerlo muy tarde, pido salir un poco antes del trabajo, porque hay personas sumergidas en los vicios que tienden a robar. Además, hay quienes se hacen pasar por vendedores, combinados con otros, para robar”, compartió una manicurista del área.
Pero los comerciantes tienen sus medios de defensa frente a los ladrones. Montan su propia vigilancia y cuando capturan uno, lo dejan en manos de los motoristas, quienes “le dan su regalo de Navidad”, una verdadera paliza. “Para eso estamos nosotros aquí, para resolver… no hay que llamar a la Policía”, resaltó uno de los motoristas que trabajan en el lugar.
Es un acuerdo informal de voluntades de defensa frente a los delincuentes, que es parte de la realidad del Kilómetro 9, como ocurre en la mayoría de las regiones del país.
A pesar de todo
A pesar de cualquier hecho negativo que pueda ocurrir en el 9, no deja de ser la segunda casa de quienes tienen allí sus negocios y desvelos; para otros, un punto más de encuentro, un ‘puente’ para llegar a algún destino, o simplemente, el lugar donde tantas historias de amor o desamor se han escrito.
Y para ti, ¿qué significa el Kilómetro 9?
Ventas
Entre 5 y 10 mil pesos, dependiendo la fecha, han facturado algunos de los buhoneros. Sin embargo, con la situación de la pandemia, las ventas han mermado.
Impuestos
El Km. 9 cuenta con 50 vendedores formales, quienes pagan un impuesto que varía entre 300 y 500 pesos semanales.
Fuente El Caribe